En 1968 la edición del disco X Vietnam de Quilapayún marca el nacimiento de un nuevo sello discográfico chileno. Su nombre fue JJCC, pronto rebautizado como DICAP. En rigor fueron 7 discos larga duración los que se alcanzaron a editar bajo el antiguo nombre. Estos fueron X Vietnam, el compilado X la CUT (1969), Pongo en tus manos abiertas (1969) de Víctor Jara, Y diez años van (1969) de los cubanos Carlos Puebla y los Tradicionales, Neruda (1969) grabación de la voz que Pablo Neruda regaló a las Juventudes Comunistas, el debut homónimo de Inti Illimani (1969), Basta (1969) de Quilapayún y la cantata popular Santa María de Iquique (1970) de Luis Advis, interpretada por los mismos Quila y narrada por Héctor Duvauchelle.
El éxito rotundo de todos estos discos obligaron a sus respectivas reediciones. Pero esta vez cambiaron algunas cosas. El contenido por ningún motivo, pero sí las contraportadas y algunos de los símbolos de las carátulas. El logotipo del JJCC se reemplazó por la sigla DICAP y con ello, una nueva imagen corporativa para el sello: un pájaro sobre las cuerdas de una guitarra. Creado por Vicente Larrea a partir del afiche que Arnold Skolnick hiciera de Woodstock, este nuevo no solo oficializó la reencarnación del sello sino que se convirtió en uno de los íconos gráficos de la cultura popular chilena. Pero de esto, nos referiremos en otra entrega.

El origen del sello Dicap tiene mucho de fortuito y no como parte de un plan. Como se abordó en la primera entrega, todo era parte de las circunstancias del momento. Juan Carvajal, director artístico del sello, recuerda cómo fueron esos comienzos:
“Nosotros nunca pensamos en crear un sello discográfico, sino que fue como una obligación del medio. Cuando se produjo el primer disco, X Vietnam, se pensó que iba a hacer una de esas típicas ediciones para los festivales internacionales de la juventudes comunistas y que iba a durar lo que las 500 copias alcanzaran a repartirse entre amigos. Sin embargo, el éxito fue tan grande que hubo que empezar a reproducir a una cantidad casi industrial. Eso abrió la necesidad de organizar una estructura más empresarial para poder enfrentar esa demanda».
Artistas como Inti Illimani tuvieron su debut en Dicap. El grupo estaba integrado en un comienzo por Horacio Durán, Horacio Salinas, Jorge Coulon, Max Berrú y Pedro Yánez. Más tarde hubo un importante recambio de integrantes. Pedro Yáñez abandona la dirección artística del grupo, lo reemplaza el clarinetista Ernesto Pérez de Arce que abandonaría en 1972 y sería reemplazado por José Seves, proveniente del dúo valdiviano Anita y José. Se suman también José Miguel Camus proveniente de otra banda DICAP, Curacas y el Huamarí y hermano de uno de los fundadores del grupo, Marcelo Coulon.

En 1969 editan su primer disco bajo JJCC/Dicap, con título Inti Illimani donde demuestran su veta instrumental, su fuerte compromiso con la música latinoamericana al rescatar temas típicos del folclore de distintos países del Cono Sur, y por supuesto, su compromiso político al ser militantes de las juventudes comunistas. Horacio Salinas, uno de los fundadores del grupo, recuerda esos primeros años en DICAP:
«El gran mérito de DICAP fue que tuvo su alma puesta en todo este fenómeno que era completamente nuevo y extremadamente original, como fue la Nueva Canción Chilena. Hubo artistas como Víctor Jara, Patricio Manns o los Parra (Isabel y Ángel) que al comienzo estuvieron tal vez un poco al margen, porque ellos ya venían grabando con otros sellos. Quilapayún tenían también una relación con el sello Odeón. Pero en el caso nuestro, nosotros partimos grabando con el sello DICAP».
Un año después del debut -y luego de un disco para Odeón- los Inti Illimani vuelven a DICAP para editar Canto al Programa (1970) con los textos de Julio Rojas y música de Luis Advis y Sergio Ortega. En 1971 aparece Autores Chilenos su tercer álbum para Dicap donde saldan una deuda pendiente con algunos de los nombres de quienes estuvieron en la gestación del movimiento en el que ahora eran uno de los líderes. De este disco surge la colaboración con Víctor Jara titulada “Charagua” que gozó de un inmenso éxito al musicalizar la cortina de las transmisiones de Televisión Nacional. En ella aparecía Tevito, un perro que se movía al compás de la música haciendo el papel de un chinchinero. Fue el tema que les abrió las puertas en regiones, ya que como el alcance de la señal televisiva era nacional, al lugar que iban la gente reconocía de inmediato “el tema de Tevito”.
DICAP también comenzó a editar trabajos de bandas que no eran tan nuevas ni emergentes como el combo de la Universidad Técnica del Estado. Grabaron para la Discoteca del cantar popular los hermanos Isabel y Ángel Parra, quienes ya habían aparecido numerosas veces en televisión e incluso eran parte de un comercial de sal de fruta Yastá, mostrando su alcance popular en la época. Víctor Jara también grabó para el nuevo sello. Él ya era un afamado director de teatro, entre sus obras estaba el primer montaje de la hoy clásica La Remolienda de Alejandro Sieveking. Además había participado en el conjunto folclórico Cuncumén y ya tenía tres discos solistas editados bajo las firmas Demon y Odeón con un muy buen éxito de ventas. Lo mismo pasaba con Quilapayún. ¿Qué les hizo grabar por Dicap y dejar -permanente o parcialmente-sus sellos de origen? Juan Carvajal, director artístico del sello tiene una respuesta:
“Quilapayún y Víctor Jara habían grabado en Odeón. Lo que pasa es que en Odeón los censuraban, no podían grabar ahí lo que grababan con nosotros. Hoy día es fácil decir ‘bueno, todos los sellos graban de todo’, pero en esos años no. Había una censura fuerte y los artistas que no aceptaban esa censura se quedaban simplemente fuera del circuito, por lo tanto, muchos de ellos ven en DICAP una alternativa de grabar lo que ellos quieran. Porque nosotros nunca antepusimos algún tipo de censura. Pensábamos que habría sido fatal hacerlo, ya que había una censura generalizada en el país. Nosotros teníamos que surgir como algo nuevo y algo que acogiera lo que los artistas, compositores y creadores quisieran decir. Yo diría que ese fue el éxito de DICAP”.
El mensaje, al ser más comprometido con la contingencia nacional que otros artistas del momento, podría haberse traducido en el fracaso comercial del sello al no amoldarse a las reglas del mercado al fichar a artistas “polémicos”. Pero no fue así. Eran tiempos en que la ciudadanía era mucho más partícipe de la realidad social y el nivel de compromiso era mayor y más masivo también. Y claro, el mérito se lo llevan los mismos artistas que con su calidad musical lograban seducir al público. Esto último fue determinante según Juan Carvajal:
“Yo creo que el éxito es resultado de dos cosas: primero e intrínsecamente, por la calidad de los interpretes y la música que ellos deciden ofrecer. Y segundo, porque existe una red social que permite que estos artistas tengan un acceso al público masivo. Esto se da, principalmente, a través de las peñas universitarias; piensa tú que casi todos los músicos de la Nueva Canción Chilena éramos alumnos de distintas universidades. No es un movimiento que nace en los círculos de trabajadores o campesinos, como movimiento nace entre los estudiantes. Eso por un lado, otra cosa es que hubo una especie de inteligencia, diría yo, de la sociedad chilena en los que los vasos comunicantes entre estudiantes y trabajadores era muy fuerte. Esto significa que nosotros estábamos muy unidos a la Central Única de Trabajadores, a los sindicatos, a los movimientos masivos, por lo tanto, esta música comenzó a difundirse lo hubieran querido o no los canales oficiales. Era más fuerte incluso que toda la otra música que se escuchaba machacadamente a través de los medios. Nuestra música era absolutamente mucho más popular”.

Esta popularidad quedó de manifiesto al crearse, paralelamente a DICAP, la ONAE, Organización Nacional del Espectáculo. Las presentaciones en el Gran Palace y el Estadio Chile, hoy Víctor Jara, a veces dos o tres veces a la semana, tenían un lleno absoluto. Los espectáculos en provincia causaban el mismo revuelo. Los sindicatos organizaban semanalmente conciertos dentro de las mismas fábricas para todos los trabajadores que seguían la música que se hacía en Dicap.
Uno de los que participaba en aquellos conciertos era Víctor Jara quien ya había dado un giro en sus letras, las cuales de ser poéticas y políticamente sugerentes como en “El aparecido” (dedicada al Ché Guevara pero sin nombrarlo en alguna línea), pasaron a ser directas, al grano. De esa forma opinaba y concientizaba a su nuevo público sobre las cosas que pasaban en el Chile de entonces. Aprovechando la libertad de DICAP, Jara firma en su primer disco para el sello, Pongo en tus manos abiertas (1969), “Preguntas por Puerto Montt”, un cara a cara con Edmundo Pérez Zujovic, responsable político de la masacre de Puerto Montt. Fue el segundo encontrón con la censura del ex Cuncumén (el primero fue por la picaresca y mucho menos incendiaria “La beata”), el que se avivaría aún más cuando el ex ministro de Frei Montalva fue asesinado como acto de venganza por el grupo armado de izquierda Vanguardia Organizada del Pueblo.
El éxito de DICAP, además de la música y la cercanía con su público, también tenía un factor cultural ineludible: la gente, definitivamente, compraba discos. Y muchos. DICAP, según cifras manejadas por los actuales directivos de la nueva etapa del sello (tuvo un breve retorno en la segunda mitad de la década de los 2000), significaba el 70% de los discos vendidos en Chile, lo cual no ha sido superado por ningún sello nacional en la historia de nuestro país. Las ventas eran en las disquerías establecidas pero también en puestos informales en las calles.
La masividad del fenómeno de la Nueva Canción Chilena también se manifestaba en medios más oficialistas y un tanto reacios a las ideas revolucionarias. Es así como en el Festival de la Nueva Canción Chilena de 1969, respaldado por la Vicerrectoría de Comunicaciones de la Universidad Católica, el ganador fue Víctor Jara con “Plegaria a un labrador”. Sólo unos minutos antes se había hecho un homenaje a los Huasos Quincheros y Quilapayún, pese a su popularidad, no habían sido invitados al certamen por sus mensajes subversivos. Bueno, teóricamente no participaron, porque fueron ellos quienes defendieron junto a Víctor Jara el tema ganador de la jornada.

Sería precisamente Quilapayún quien le daría a DICAP su primer hito musical y cultural con la publicación en 1970 de la Cantata Popular Santa María de Iquique. Un grupo de carácter popular y combativo como ellos, demostraba que también podía realizar música que, sin abandonar su compromiso político, podía llegar a un público más avezado y vanguardista (y de paso mostrar la gran versatilidad de los músicos de la Nueva Canción). La obra compuesta por Luis Advis, músico proveniente del género docto, marcó un hito importantísimo en la historia de nuestra música. Su carácter masivo abrió los oídos a toda una generación de chilenos, además de difundir una (terrible) historia poco conocida por el público general y de la que se hablaba solo en círculos de historiadores. Los textos narrados por el famoso actor Héctor Duvauchelle agregaban además un tono distintivo a una obra capital en la discografía nacional.
“Este sello estaba asociado no solo a los grupos nuevos con nombres como el Payo Grondona o el Gitano Rodríguez, también estaba eso asociado a la gráfica. Había una combinación de dos elementos tremendamente potentes: por una lado el sonido y por el otro lado, trazos y todo un modo de dibujar y de mostrar el arte de estos grupos. Esta música que constituyó en una etapa nueva y tremendamente atractiva en lo artístico. «
Como señala Horacio Salinas de Inti Illimani, el diseño y la gráfica fue otra parte fundamental de la Nueva Canción Chilena y de DICAP. En la próxima entrega revisaremos la historia gráfica de la Discoteca del Cantar Popular y de la Nueva Canción en general, gracias a los testimonios de dos personajes claves en la historia: Antonio y Vicente Larrea.