En 1962 los cineastas italianos Paolo Cavara, Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi estrenaron Mondo Cane, una película semidocumental en la que registraban distintos usos, costumbres y tradiciones de culturas del mundo (especialmente las no occidentales) con el claro -y único- fin de impactar al espectador. El éxito de la película fue tal, que comenzó una serie de filmes que adoptaron el pseudónimo de Mondo y que buscaban lo mismo que la original: poner en shock al espectador «civilizado» de las grandes capitales con dosis de violencia, crueldad animal, sexo y un pseudo retrato a las costumbres y ritos del tercer mundo.
A pesar de ser ejercicios fílmicos -y éticos- fuertemente criticados y que varios títulos quedaron relegadas a aquel sospechoso y a veces demasiado generoso subgénero de las películas «de culto», muchas de sus bandas sonoras corrieron mejor suerte y lograron erguirse como pequeñas obras maestras por sí solas. En ellas se resignificaban -unas más profundamente que otras- los lejanos sonidos que sólo algunos compositores occidentales se habían atrevido a explorar hasta ese momento. Aquí surgen nombres clave como Nino Oliviero y Riz Ortolani (quien compondría la música de la más polémica de las películas mondo, Holocausto Caníbal). La televisión italiana recogería el interés del insaciable público por este tipos de contenido y comenzarían a proliferar una serie de documentales para los que se necesitaba, obviamente, música. Y ahí estaban algunas de las mentes más creativas de la música italiana como Piero Umiliani, Armando Trovaioli, Ennio Morricone, Egisto Macchi (quien llegó a abordar aspectos de la música chilena para el soundtrack del documental «Andes» de 1975) y el compositor que hoy nos convoca, Giulano Sorgini.

Africa Oscura es, en estricto rigor, un disco que no existió. Originalmente compuesto para un documental titulado I corsari della savana, nunca llegó a publicarse ante la cancelación del proyecto televisivo. Las canciones, algunas de ellas grabadas en las mismas sesiones del disco que es considerado su obra maestra –Zoo Folle (1974)-, toman ciertos elementos percutivos de la música africana y Sorgini los baña en sintetizadores, a ratos funky, a ratos lisérgicos, pero que sumados adquieren un aire esotérico que se esparce a todo el disco: como si asistiéramos al ritual de una África imaginaria, un continente que el italiano lo sitúa en algún tiempo retrofuturista. Hay que destacar que cada nota de este disco fue íntegramente ejecutada por el mismo Sorgini, lo que nos deja claro que esta obra es la fantasía sonora de una sola mente.
La edición está a cargo de los siempre interesantes Four Flies Records, transferido directamente de los master originales. Una gema más en ese tesoro infinito que parece ser el género Stage & Screen italiano.
Para adquirir o tener más información de este disco, dirígete al Bandcamp oficial.