Hay discos de rock que definen el devenir musical de un país. De alguna forma capturan las corrientes y vanguardias artísticas del momento y le impregnan una identidad propia de un espacio y territorio determinado, pero que a la vez es atemporal, eterno. Ancestral y perpetuo. En Chile podría ser Alturas de Macchu Picchu de Los Jaivas; en Argentina el monumental Sudamérica o el regreso a la Aurora de Arco Iris; en Brasil el disco colectivo Tropicália Ou Panis Et Circencis; en Perú Cholo de El Polen; y en Bolivia hay pocas dudas que es éste: El Inca de Wara.
Sin ser un trabajo perfecto, el debut en largo de Wara (estrella en lengua aymara) es un disco arriesgado y valiente, y por lo mismo único. En plena dictadura de Hugo Banzer, la banda decidió investigar y adentrarse en la cosmovisión indígena, lo que si bien podía pasar el filtro anticomunista de las autoridades militares, tampoco era algo bien visto por una elite político-civil que quería cortar sus lazos con las enormes comunidades indígenas del país altiplánico. Tal como lo indica su epígrafe, el debut de Wara es propiamente un disco de rock progresivo, con todo lo que caracteriza al género (para bien y para mal): largos pasajes instrumentales, estructuras musicales libres, canciones relativamente largas para el estándar radial, y voz en falsete a lo Ian Gillan (tal vez lo menos destacado de una producción más bien humilde entendiendo el contexto geográfico y lo ambicioso del proyecto). Pero como lo resaltan en su portada, es música progresiva, pero boliviana. Desde el concepto que atraviesa el LP (la reivindicación del indígena, «destruye el mito de pueblo enfermo» cantan sentidamente en «Realidad»), pasando por los títulos en aymara y, por sobre todo, algunos pasajes instrumentales como el inicio y cierre de «El Inca» o los minutos iniciales de «Realidad» que recuerdan lo que harían Los Jaivas 2 años después en «Tarka y ocarina» en su tercer disco homónimo (conocido como El indio, 1975).

Fue tal el afán de Wara por buscar autenticidad boliviana en su música, que después de lanzar El Inca sufrieron una crisis de identidad que terminaría con la banda trasladándose al altiplano para vivir con una comunidad aymara y renunciando a la instrumentación clásica del rock para abrazar instrumentos y lengua autóctonos aunque sin abandonar del todo las estructuras del rock progresivo. En 1975 lanzan Maya (uno, en aymará) el primer volumen de su serie Hichhaningua hikjatata (ahora ha de ser encontrado). Ese mismo año se convierten en la banda revelación del Festival Internacional de Folklore de La Paz e influenciarían enormemente a dos agrupaciones que un año después debutarían discográficamente, Los Kjarkas y Savia Andina: había nacido el fenómeno masivo del nuevo folclore boliviano.
Wara nunca miró atrás. Su serie de discos Hichhaningua hikjatata alcanzó los 7 volúmenes (con cumbres como Paya y Quimsa) y aunque después de una bullada separación una fracción volvió a grabar una innecesaria versión de El Inca, lo cierto es que no hubo otro disco como su debut. Visionario, imperfecto, de factura humilde, pero honesto y profundamente hermoso. Un verdadero disco de música progresiva latinoamericana y, lo que es más importante, latinoamericanista.
*Esta versión es la reedición de los italianos Mandrax. La versión original es por lejos el fonograma más buscado en Bolivia donde los pocos afortunados que lo tienen, confían que será el disco al que acudirán cuando los apremie alguna necesidad económica importante. No se equivocan, ya que en plataformas como Discogs supera fácilmente los 2 mil euros.