Manifiesto es un disco que formalmente no existía hasta 2016, cuando la Fundación Víctor Jara decide editar una versión definitiva de varias obras que daban vuelta por la casi inabarcable discografía póstuma del artista chileno.
El primer intento por difundir algunas de las canciones que iban a formar parte del disco Tiempos que cambian -que Dicap editaría a fines de 1973 y que quedó sin efecto por el terrible asesinato de Jara- fue en un disco también llamado Manifiesto, pero esta vez editado por el sello londinense XTRA en 1974. Fue Jan Sandquist, periodista de la TV Sueca, quien le sugiere a Joan Turner que pueden sacar las cintas en las que se encontraba trabajando Víctor Jara escondiéndolas dentro del equipamiento fílmico que traían consigo. Turner acepta y meses más adelante recibe el material en Londres, la ciudad donde viviría su exilio (pese a ser inglesa de nacimiento) junto a sus hijas Manuela y Amanda. Fue en Abbey Road donde se masterizaron las cintas y, por primera vez, vieron la luz dos de las nuevas composiciones de Jara: «Manifiesto» y «Aquí me quedo». El resto del álbum eran selecciones de su discografía previa, algunas de ellas acompañadas por una lectura en inglés de su viuda, como una forma de acercar al público angloparlante las letras de Víctor Jara. Un año después vendrían las incontables ediciones que se hicieron a partir de estas cintas rescatadas por la familia del artista: Canciones póstumas (Movieplay) en España, Presente (Canto libre) en Francia, Manifiesto (Discos Pueblo) en México y un largo etcétera.

Sin embargo, hasta el 2016 nunca había existido una curatoría como tal por parte de las custodias de su obra. En un afán por darle una estructura y un sentido más conceptual al álbum, Joan Turner, Manuela Bunster y Amanda Jara, tomaron las últimas composiciones de su padre y esposo y sumaron algunas obras anteriores, principalmente recogidas de dos singles del año 1972 que Jara había publicado en el hiato entre los LP La Población (Dicap, 1972) y Canto por travesura (Dicap, 1973) y piezas que estaba trabajando para algunos ballets, como «Siete rejas». Con un sentido muy escénico, como si de un obra coreográfica se tratara (Turner y Bunster son aclamadas coreógrafas, bailarinas y maestras en la disciplina), se estructuró un álbum pensado en actos y dónde los pasajes instrumentales se vuelven esenciales, no sólo por el sentido dramático que tienen en el conjunto, sino también como un documento de los caminos que podría haber tomado la obra de Jara. Por lo demás, una obra musical cada vez más compleja en arreglos y temáticas que el artista había dejado en pausa desde el que probablemente sea el mejor disco de su carrera, el álbum conceptual La Población (hay que recordar que el mismo Víctor Jara señaló que Canto por travesura era un divertimento pensado para traer alegría para los convulsos momentos que se vivían).
Para poder cumplir con el objetivo de acercarse lo más posible al concepto y sonido de Tiempos que cambian la suma al proyecto del fotógrafo y diseñador Antonio Larrea era esencial. Larrea rescató la misma idea gráfica original del álbum en que trabajaba con Jara en 1973, una más de sus tantas colaboraciones. La imagen escogida era la ahora icónica fotografía de perfil de Jara que servía tanto para la portada, como para el reverso donde la imagen se invertía al negativo.

Al escuchar este disco es inevitable no pensar en un trabajo en medio de un proceso, una búsqueda musical y artística que la irracional violencia dejó inconclusa. Lo sintetiza muy bien Antonio Larrea en una nota que escribió el 21 de septiembre de 1973: «Hoy supe de tu muerte y en mi mesa de dibujo quedó inconcluso el diseño de tu último disco (…). Me habías contado que estabas proyectando otros discos con temas instrumentales y cantos a lo humano. No entiendo tu muerte». Probablemente Manifiesto no sea el mejor disco de Víctor Jara, pero pocas dudas quedan que es un trabajo con una carga emocional apabullante y una exploración musical que sigue surcando el infinito.